Sustentabilidad

El vínculo entre catástrofes naturales y el aumento de la violencia doméstica

Los desastres naturales, como huracanes, inundaciones y tormentas invernales, no solo causan destrucción física, sino que también exacerban problemas sociales preexistentes, entre ellos, la violencia de pareja.

Los desastres naturales generan una crisis de violencia doméstica dice un estudio

Cuando un desastre natural golpea, las imágenes que dominan las noticias suelen mostrar casas destruidas, caminos inundados y comunidades desplazadas. Pero hay otra crisis, mucho más silenciosa y profundamente arraigada, que suele intensificarse en estos escenarios: la violencia de pareja.

Una reciente investigación publicada por The Fuller Project —un medio periodístico especializado en la intersección de género y políticas públicas— expone cómo eventos como huracanes, incendios forestales y tormentas invernales no solo desatan daños físicos y económicos, sino que también incrementan el riesgo de violencia doméstica. Este fenómeno, aunque poco visible, ha sido consistentemente documentado por instituciones como la National Academies of Sciences, Engineering and Medicine (NASEM), que llevan años advirtiendo sobre esta conexión.

Los estudios han evidenciado que, tras desastres naturales, se registra un incremento en los casos de violencia de pareja. Por ejemplo, después del huracán Katrina en 2005, el 8.3% de las mujeres reportaron abuso físico severo, en comparación con el 4.2% antes del huracán. De forma similar, tras el huracán Harvey en Texas (2017), una encuesta realizada a 600 mujeres encontró que más del 40% había experimentado algún tipo de violencia de pareja tras el desastre, especialmente violencia psicológica. Estos datos sugieren que las tensiones económicas y emocionales derivadas de las catástrofes pueden intensificar comportamientos abusivos.​

Emergencias que aíslan aún más

Las consecuencias no son solo estadísticas. La periodista independiente Anna Wilcox, autora del artículo en The Fuller Project, ilustra cómo en muchos casos las víctimas quedan atrapadas con sus agresores. La interrupción de los servicios básicos, el cierre de refugios y la saturación de las líneas de emergencia dificultan las posibilidades de pedir ayuda. Durante la tormenta invernal Uri (Texas, 2021), por ejemplo, se observó una preocupante caída en las llamadas a líneas de apoyo para víctimas de violencia doméstica. Lejos de significar una mejora, los expertos advierten que muchas mujeres simplemente no podían comunicarse, estaban incomunicadas o compartiendo espacios reducidos con sus agresores.

Además, la policía y los servicios de emergencia, al estar enfocados en tareas de rescate o en la restauración de infraestructuras, suelen relegar los casos de violencia intrafamiliar a un segundo plano. Esto refuerza una peligrosa sensación de impunidad y abandono.

Un enfoque más integral para la gestión de emergencias

A pesar de estas evidencias, muy pocas estrategias de preparación y respuesta ante desastres consideran la violencia de pareja como un componente central a abordar. Desde The National Academies of Sciences, Engineering and Medicine, hasta centros de investigación de universidades como Johns Hopkins y Harvard, los especialistas coinciden en la necesidad urgente de integrar la perspectiva de género en los planes de emergencia.

Algunas organizaciones, como Futures Without Violence o el Institute for Women’s Policy Research, han desarrollado guías y protocolos que proponen incluir personal capacitado en temas de violencia de género en refugios de emergencia, garantizar líneas de comunicación exclusivas para víctimas y asegurar apoyo psicológico desde el inicio de la crisis.

En palabras de Jessie Nieblas, directora del programa de Texas Advocacy Project, “los desastres no generan la violencia, pero sí la agravan. Si una persona ya vivía una situación de abuso, la emergencia reduce su margen de acción, y eso puede ser letal”.

Una crisis climática con rostro humano

Los efectos del cambio climático no se limitan al aumento del nivel del mar o a las temperaturas extremas. También tienen rostro humano y género. Las mujeres —especialmente aquellas que ya viven en condiciones de pobreza, migración o con discapacidad— son desproporcionadamente afectadas por las consecuencias colaterales de los desastres naturales.

Visibilizar la violencia de pareja como un riesgo real y sistemático en contextos de emergencia es el primer paso para cambiar la forma en que diseñamos políticas de resiliencia y recuperación. Porque cuando una tormenta arrasa con todo, no puede seguir siendo invisible la violencia que también crece puertas adentro.

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